miércoles, 29 de diciembre de 2010

El PAPA ORA Y REFLEXIONA, CHÁVEZ ACTÚA

En una postura convencional pero justificada ante las necesidades de miles de personas víctimas de las catástrofes naturales ocurridas en este año 2010 que está por finalizar, el Papa Benedicto XVI pidió al mundo y a las naciones más industrializadas del planeta que no se olviden de sus congéneres y les brinden ayuda humanitaria y solidaridad efectiva.

El más alto jerarca de la iglesia católica se refirió expresamente a Guatemala, Costa Rica, Colombia y Venezuela, países que han recibido los embates de la naturaleza con lluvias, inundaciones y deslaves que han dejado millares de damnificados y en el caso colombiano, centenas de personas muertas.

Benedicto XVI, en su tradicional y retórico mensaje navideño “Urbi et Orbi” (a Roma y el mundo), abogó, con particular importancia, por la atención primaria a los hermanos de Haití, la segunda nación libre del continente americano que pareciera estar pagando ese precio con tantas catástrofes naturales y malos gobiernos que por allí han pasado.

Haití, negra y rebelde, el 12 de enero de este año fue sacudida por un terremoto de magnitud 7 en la escala de Richter que dejó efectos devastadores con cerca de un millón de muertos. Aunado a esto, está soportando una epidemia de cólera y otras enfermedades, producto de la descomposición de cadáveres en plenas calles que siguen sin recibir cristiana sepultura.

El Papa, al exhortar a la fe y la unión entre todos los hombres y mujeres que habitan el planeta, aún con una postura que ya es clásica ante este tipo de desastres orar y expresar sus mejores deseos, reconoció los esfuerzos que hacen los gobiernos en llevar atención primaria a los afectados por las calamidades naturales. En paralelo con esta actitud papal, el presidente Chávez que si es un hombre de acción, está llevando atención digna a muchos compatriotas que fueron trasladados a refugios temporales mientras se soluciona su problema de vivienda.

La actuación rápida, efectiva y sin vacilaciones del Presidente Hugo Chávez ha permitido preservar la vida humana, pues muchas personas fueron desalojadas preventivamente de las zonas inestables o inundadas antes que pudiera haber ocurrido una lamentable catástrofe. El mandatario se ha puesto al frente de esta nueva batalla que le ha tocado enfrentar y, sin vacilaciones, ha dispuesto de instalaciones militares, edificaciones públicas, terrenos y hasta de la infraestructura hotelera estatal y privada para atender dignamente al pueblo afectado.

En Venezuela, las personas en situación de refugiados temporales cuentan con atención especial en distintas áreas (económica, de salud, deportiva, etc) mientras esperan por ver cumplido su mayor anhelo: su techo propio en áreas estables que cuenten con los servicios básicos. Con tales propósitos, el Presidente pidió la habilitación a la Asamblea Nacional para poder legislar en emergencia; es decir, para promulgar decretos-leyes que beneficien a la población afectada con prontitud.

El hecho de que la cabeza visible del catolicismo mundial, con toda la fuerza de su secular poder político e institucional, tome en cuenta en sus reflexiones y oraciones a Venezuela y que lleve un mensaje alentador en esta época del año que conmemora simbólicamente el nacimiento del Niño Jesús, tiene un gran efecto reconfortante en un país con una población mayoritariamente católica, tanto en su clases altas como en sus clases más humildes: “Que la celebración del nacimiento del Redentor refuerce el espíritu de fe, paciencia y fortaleza en los fieles de la Iglesia y que la esperanza de la Navidad ayude a inspirar respeto por los derechos humanos”. ¡Que así sea!” (Papa Benedicto XVI).

Así mismo, en términos pragmáticos sirve para visualizar dos tipos de liderazgos: el presidente Chávez que se acerca directamente a su pueblo, toma medidas inmediatas con repercusiones a escala masiva, incluso llega a ceder espacios del Palacio de Gobierno para ayudar a los más necesitados, como lo predicó Jesús. El Papa Benedicto XVI como todos sus antecesores contempla a la humanidad sentado en la que se considera la “Silla de Pedro”, rodeado del lujo de su opulenta residencia y desde los dominios de su pequeño pero megainfluyente estado que es el Vaticano.

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