lunes, 6 de diciembre de 2010

MIGRACIÓN DE LA MARGINALIDAD

La migración interna entendida como el desplazamiento de individuos o grupos de individuos de su lugar de origen o de habitación a otro, dentro de un espacio geográfico determinado, tiene que llevarse a cabo de una manera muy organizada y por razones plenamente justificadas.

En el caso particular de los damnificados del actual periodo de lluvias en todo el país, además del censo y el análisis de la situación socioeconómica de familias y ciudadanos afectados, que ya son medidas de rutina recurrentes año tras año, es esencial definir cuáles van a ser las soluciones perdurables para esta problemática.

La ubicación de grandes grupos de personas en refugios por un tiempo excesivamente prolongado causa pesadas molestias en los lugares destinados para tal fin, si son de uso público: cuarteles, instituciones educativas, edificaciones destinadas a la prestación de servicios, entre otras, de igual manera en los privados: hoteles, residencias vacacionales y apartamentos.

En primerísimo lugar y en estricto apego a la normativa legal vigente debe evitarse el regreso de las familias a zonas de alto riesgo, por lo menos hasta poder garantizar que las precipitaciones cesen o disminuyan, además de verificar si las viviendas son recuperables y rehabitables.

Los terrenos que no sean apropiados para la instalación de viviendas tienen que ser claramente delimitados y las autoridades deben evitar las invasiones o el retorno de sus antiguos habitantes, ya que tarde o temprano se volverán a presentar situaciones lamentables y pérdida de vidas por causa de las lluvias.

Cuando el presidente Chávez declaró recientemente, la vivienda como “un problema de estado”, ni siquiera se vislumbraban los efectos de las cuantiosas e inesperadas precipitaciones que están cayendo actualmente, si consideramos el déficit nacional de viviendas, que se calcula en 2 millones y lo sumamos al número de las mismas que serán necesarias para reubicar a los miles de damnificados que se encuentran en distintos refugios en estos momentos, es evidente que estamos ante un estado de emergencia alarmante, que debe ser atacado con medidas inmediatas y contundentes.

Es urgente el establecimiento de un plan de construcción de viviendas a escala nacional, en el que se establezcan metas a corto plazo, mediante la edificación de unidades habitacionales fáciles de construir, con materiales adecuados para el clima respectivo y al mismo tiempo en condiciones dignas de habitabilidad.

Las viviendas que están en construcción, en especial aquellas incluidas en conjuntos residenciales proyectados por el estado en diferentes entidades del país, en el marco de programas nacionales y estadales, deben ser concluidas a la brevedad posible, en algunos de estos futuros centros habitacionales, las obras están paralizadas, por distintos motivos presupuestarios y burocráticos o las casas y apartamentos han sido entregados parcialmente en sus primeras etapas, sin que terminen de construirse las etapas restantes.

La prisa es una enemiga terrible de la organización, de tal manera que en las acciones que se realicen, hay que administrar la rapidez, no se pueden entregar viviendas a medio terminar, con problemas de tuberías, sistemas de desagüe defectuosos o ausentes, falta de electricidad, paredes y techos inestables o impermeabilización deficiente, porque entonces estaremos yendo de “mal en peor”, como dice el vulgo.

Una de las grandes interrogantes es cómo muchos compatriotas se adaptarán a estar por primera vez en viviendas dignas, situadas en un ambiente sano e higiénico, cuando se han acostumbrado a vivir en ranchos, casas construidas improvisadamente o en mal estado, confundidos entre las aguas blancas y las aguas negras, montones de basura, con calles rotas y en zonas sin ningún tipo de planificación urbana, donde todavía el hampa impone su ley y por duro que sea decirlo, en barrios que son una fábrica de delincuentes.

Para los apartamentos y casas que sean entregados tiene que haber un trabajo conjunto de instituciones gubernamentales y las comunidades organizadas en materia de concientización ciudadana. En tal sentido, psicólogos, sociólogos, trabajadores sociales, gestores sociales y demás profesionales relacionados con la existencia del ser humano en sociedad, deben orientar y asesorar según programas previamente establecidos por el estado, a los ciudadanos de más escasos recursos, sobre la importancia de tener un techo propio, el respeto a las normas de convivencia vecinal y valor de un entorno urbano, tanto limpio como ordenado.

Es cierto que en los consejos comunales se está realizando una gran labor, pero aún falta mucho por andar, se requiere de un programa básico con lineamientos generales, establecidos debidamente por el estado(en este caso el mayor otorgador del beneficio de la vivienda a venezolanos otrora marginados) para crear en ellos una verdadera conciencia ciudadana.

Hoy en día, no se puede obviar, el bajo nivel de instrucción y cultural de una gran mayoría de ciudadanos que desde la época de la IV república han permanecido en una situación de pobreza extrema durante décadas y sin acceso por general a una óptima educación, incluso sin formación de hogar. Ahora que el gobierno revolucionario los ha tomado en cuenta, para brindarles apoyo y ofrecerles opciones para resolver sus problemas vitales, es cuando más criterio de valoración sobre estos beneficios deben tener.

“Moral y luces son nuestras primeras necesidades”, dijo el Libertador, sin ética y sin la luz del saber que sólo puede dar la educación, el pueblo y particularmente las masas populares no saben a donde van, se les puede dar un palacio, pero si tienen “el rancho en la mente”, se convertirán en agentes propagadores del caos donde quiera que vivan.

La gente no puede ser ubicada en las viviendas como el ganado que se suelta en un corral, sin que tenga una conciencia ciudadana, de nada vale colocar de forma esporádica un afiche, entregar un volante o hacer una charla, es fundamental una política de estado que aplicada rigorosamente según una normativa establecida para las nuevas comunidades, contribuya desde un principio a generar un cambio de mentalidad, de lo contrario sólo habrá una migración de la marginalidad, de barriadas caóticas a otras localidades y regiones de nuestra extensa geografía, sin que el proceso descomposición social se detenga, sino que continúe expandiéndose como un cáncer por el resto del país, llegando a zonas donde antes no existía.

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