sábado, 26 de febrero de 2011

27- F

En los últimos tiempos aunque parezca increíble un político ineficaz, corrupto y sanguinario como Carlos Andrés Pérez(CAP), es exaltado como un mártir de la democracia, incluso por líderes de la izquierda, lógicamente esto sólo cabe en la mente de los nostálgicos del IV republiquismo o de quienes con un antichavismo ciego, quieren rescatar los cadáveres políticos de la llamada democracia representativa. El gocho tiene encima los muertos del porteñazo, el carupanazo y el caracazo, reza un nuevo dicho popular acuñado en años posteriores a la masacre del 27-F en la que murieron miles de venezolanos, muchos de ellos sepultados en fosas comunes, por lo menos de las que se tiene conocimiento.

El expresidente Pérez fue ministro de relaciones interiores en el gobierno de Rómulo Betancourt (1959-64), época en que le llamaban “el policía”. Se convirtió en uno de los principales protagonistas e impulsores de la política de “disparen primero y averigüen después”, que perduraría en mayor o menor medida según la coyuntura histórica, durante la era de dominio adeco-copeyano. La represión que se desató contra los partidarios de la izquierda en la década de los sesenta, setenta y años posteriores, tanto en el sector civil como el militar, trajo consigo una gran cantidad de muertos y desaparecidos, son las denominadas víctimas de la democracia.

Cuando CAP llega a su segunda presidencia en l988 para el periodo (1989-1994) con una contundente victoria electoral, se creyó que era el líder llamado a cambiar para siempre el rumbo de la economía del país, para tal efecto se rodeó un equipo de tecnócratas en donde se destacaba el genial economista “Miguel Paquetico Rodríguez”, tristemente celebre por ser uno de los pricipales cerebros del paquete de medidas neoliberales que trató de imponer como asesor económico en esta nueva aventura carlosandresista.

Una adeca humilde y activista, mujer del pueblo sensible y soñadora le comentó emocionada a la esposa de un alto dirigente de Acción Democrática, a quien conocía bien cerca, después del acto de proclamación de Pérez como presidente: “ahora si vamos por buen camino compañera”, a lo que la aludida respondió: no seas pendeja chica, esa gente lo que viene es a escoñetar el país. La respuesta no podía ser francamente más cierta, por parte de la mujer de uno de los actuales miembros de la MUD.



El 27 de febrero de 1989 apenas a 25 días de haber asumido el poder en una toma de posesión tan suntuosa que sería conocida para la posteridad como la “coronación del Teresa Carreño”, una protesta que comenzó en Guarenas, por el alza del pasaje del transporte público se extendió progresivamente a Caracas para convertirse en una explosión social en la que el pueblo liberó la rabia contenida durante treinta años de pésimos gobiernos democráticos.

Cuando CAP anunció firme y circunspecto su paquetazo económico compuesto por las clásicas recetas del Fondo Monetario Internacional y concebido por su equipo de tecnócratas, inmediatamente el empresariado nacional reaccionó como de costumbre, para enriquecerse mediante la usura y la especulación, en especial los comerciantes. En una primera fase los principales alimentos fueron acaparados para después venderlos a más del doble de su precio, prácticamente no se conseguía café, azúcar y leche en polvo, tampoco jabón de lavar e incluso el papel higiénico, pero lo más insólito fue la escasez de pan, el cual apareció como por arte de magia dos días después del estallido de las protestas. Posteriormente en una segunda fase especulativa fueron aumentados también al doble, el triple de su costo o más , ante la impotencia de las autoridades competentes: medicinas, cosméticos, ropa, calzado, artefactos electrodomésticos, muebles y otros productos de primera necesidad.

La represión en contra de las masas populares que se lanzaron a las calles en una extensa ola de saqueos fue brutal y sangrienta, los cuerpos de seguridad del estado actuaron en forma desmedida contra la población civil en su mayoría desarmada e indefensa. Aunque las cifras oficiales estuvieron por debajo de los 300 muertos, nunca se sabrá realmente cuántos muertos hubo el 27-F, pero se estima que son más de 2000 los fallecidos, por cuyos derechos humanos, por cierto, no hubo estudiantes haciendo falsas huelgas de hambre por turnos, sostenidas con bebidas energéticas y comida "encaletada".

Las garantías constitucionales fueron suspendidas para que los cuerpos de seguridad del estado, incluyendo a la policía metropolitana, la DISIP, la Guardia Nacional y el ejército, masacraran al pueblo impunemente, muchos agentes del orden público se aprovecharon de esta circunstancia para llevar a cabo venganzas personales. El premio que policías y militares venezolanos recibieron por reprimir, torturar y asesinar a sus compatriotas fue el botín de la mercancía que encontraban en múltiples allanamientos, que ya no se hacían para castigar un delito, sino para que hombres llamados a imponer la ley y el orden, se dedicaran a robar precisamente bajo el amparo de las leyes y el gobierno de CAP.

Hubo una escena espeluznante que sucedió en un supermercado de Catia donde varios policías metropolitanos bajaron las “santamarías” del local, después de lanzar varias bombas lacrimógenas contra un numeroso grupo de personas que estaba en su interior participando en un saqueo, esta maquiavélica acción la cometieron sin importarles que estaban condenando a la muerte por asfixia a ancianos, adolescente y niños.

El 27-F es una recordación perenne de las injusticias imperantes durante cuatro décadas de democracia representativa, un modelo político que fracasó estrepitosamente y que la burguesía, la ultraderecha y la iglesia, se empeñan en defender y en imponer nuevamente como única formula de progreso para el país.

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