La reciente odisea de los 33 mineros chilenos, es parte tradicional de la historia del país suramericano. Desde que se conoce Chile, se sabe de la situaciones infrahumanas por las que pasan miles de hombres que son explotados con intereses estrictamente mercantilistas, de las condiciones inseguras en que laboran, sin ningún tipo de prevención y las bajas remuneraciones que reciben, a pesar de que la minería es el sostén fundamental de la economía nacional.
Las luchas no son nuevas, ya Pablo Neruda denunciaba en 1947 en el senado chileno “¿Cómo es posible, Señor Presidente, tolerar que nuestros compatriotas estén entregados a esta explotación ignominiosa?”.
Salvador Allende el presidente socialista, fue la única esperanza, cuando decretó la Nacionalización del Cobre en 1971, pero de manera prematura y cruel, el imperio y la derecha se cobraron su voluntad nacionalista derrocando su gobierno para llevarlo a la muerte.
Actualmente en Chile, hay 47 empresas multinacionales dedicadas a la explotación del cobre. Las multinacionales han extraído de suelo chileno en los últimos 12 años, 23 millones de toneladas de cobre. Esta producción del principal mineral conductor de electricidad representa en ganancias netas, 43 billones de dólares, sin pago de impuestos. Estas empresas privadas extraen hoy 2/3 del cobre de la nación.
Ahora bien, las luchas han continuado y recrudecido este año. Antes de la explosión que generó el encierro de los mineros, eran recurrentes las protestas exigiendo mejoras, seguridad laboral, reivindicaciones justas. Pocos medios de comunicación tomaban en cuenta a estos trabajadores que luego se volverían tan famosos mundialmente, como estrellas de cine.
El l 5 de agosto en la Mina San José al norte de Chile bajo la concesión del Grupo Minero San Esteban, ocurrió una explosión que dejó sepultados por más de dos meses a 33 hombres, varios de ellos, con lesiones anteriores producto de la inseguridad y la falta de prevención en su área de trabajo.
Muchos los dieron por muertos, pero al encontrarlos vivos comenzó el espectáculo. La mina dio para todo: publicidad, venta de material POP e incluso inspiración para telenovelas rosa, que si la amante o la esposa de tal minero, eran el tema central para los medios de comunicación.
Resultó incluso una ofensa, durante el megaoperativo de rescate, la movilización mediática que insistía en profundizar en estos detalles familiares emulando la prensa amarillista española, pero ninguno reseñó el porqué de la situación, el drama humano de los mineros, las condiciones deplorables en las que laboran. Esa era la información.
Tanto así, que Mario Sepúlveda el segundo en ser rescatado declaró al salir “ no nos traten como artistas, queremos mejoras laborales”
Afirmó que con la experiencia vivida, Chile debe reflexionar sobre las personas que levantan el país. Por eso el planteamiento inicial de este artículo ¿Y ahora qué? Los hechos del 5 de agosto deben marcar un precedente y abrir la puerta para que se discuta en Chile, incluso en el mundo la situación de explotación de los mineros y de toda la clase trabajadora. Esa debe ser una petición de todos. Además como televidentes es necesario apartar la ingenuidad, no comernos esos cuentos de telenovela rosa que ocultan una nefasta injusticia laboral que como siempre es responsabilidad del capitalismo mundial.
No dejamos en ningún momento de reconocer el esfuerzo del gobierno y del pueblo de Chile, para el rescate exitoso de los mineros. Una onda de solidaridad nacional despertó la conciencia del país y su presidente Sebastián Piñera supo asumir el sagrado deber que le corresponde como Jefe de Estado, una actitud que ante tragedias terribles otros presidentes no han tenido. Únicamente esperamos que esta conciencia social perdure en la defensa de los legítimos derechos de los mineros de Chile desde ahora y para siempre, para que no se duerma en los laureles de un show mediático.
viernes, 15 de octubre de 2010
SALIERON LOS MINEROS ¿Y AHORA QUÉ?
Como pretendió hacerse en Venezuela, la principal industria chilena ha sido privatizada, las minas son manejadas por concesionarias que se hacen millonarias con la explotación de los verdaderos dueños de esa riqueza: el pueblo.
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