Los venezolanos quieren que las autoridades y líderes políticos sostengan un diálogo de altura para buscar soluciones a los problemas que más atañen a la ciudadanía. Pese a las abiertas diferencias ideológicas, el pragmatismo pudiera imperar para que ambos sectores, el chavismo y la oposición, lleguen a un consenso, a un punto medio, para que todos los habitantes de este país sientan que son tomados en cuenta y que gozan de la política de inclusión que tanto pregonan unos y otros.
Los venezolanos que no están de acuerdo con el criterio político de su contraparte no pueden asumir que son enemigos del otro por el hecho de que uno viste una camisa roja y el otro una azul, o viceversa. Deben asumir que son adversarios que tienen una visión de país y, como tal, pudieran sentarse a conversar y buscar los puntos en común en aras del bienestar general.
Bien lo señaló el periodista José Vicente Rangel, ex Vicepresidente de la República, en una entrevista que concedió al diario Últimas Noticias el 30-01-2011: “La polarización en política es insustituible. Pero hay una polarización negativa, fundada en el odio y en el desprecio hacia el otro, y hay otra que tiene un signo ideológico, principista, que proviene de la confrontación de las ideas”. En tal sentido, el avezado comunicador social exhortó a convertir esa “polarización maligna, pérfida, que nos hace ver, no como adversarios sino como enemigos, en una polarización positiva: confrontemos, pero sin llegar a la violencia o a la negación de la convivencia civilizada”.
Cabe destacar que en materia de diálogo y entendimiento dieron un paso gigante los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez, y de Colombia, Juan Manuel Santos, quienes decidieron “pasar la página”, dinamizar las relaciones binacionales (después de la tormentosa era de Álvaro Uribe) y no recurrir a la llamada diplomacia de micrófonos o declaraciones impertinentes en medios de comunicación que boicotean la alianza entre ambas naciones. Santos, representante de la derecha colombiana, ha apostado al pragmatismo y le han salido las cosas bien, al menos hasta ahora. De hecho, sigue recalcando la excelente marcha de sus relaciones con Venezuela y con Ecuador, países con los que, según dijo, deben “haber motivos de cooperación y trabajo armónico en pro de nuestros pueblos”.
Precisamente, ese mismo diálogo pudiera darse a lo interno, acá mismo en Venezuela, entre el alto gobierno nacional y los dirigentes de la oposición, pero sin que salgan francotiradores u opinadotes de oficio, incluyendo a los jerarcas de la Iglesia Católica venezolana, en los medios de tergiversación, como Globovisión o El Nacional. Hay que recordar que el propio Presidente Chávez ha invitado a la oposición a debatir ideas, a confrontarlas y a conversar por el progreso de la nación. Es hora de la política y la democracia y el momento histórico así lo exige.
Ese llamado lo han tratado de aceptar el Alcalde Metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, y el Gobernador del estado Zulia, Pablo Pérez, y como tal han recibido la venia del primer mandatario. Lo que se quiere es, que pese a las diferencias ideológicas políticas, los dirigentes articulen políticas en beneficio de los ciudadanos.
¿Será que Ledezma y Pablo Pérez pudieran seguir el ejemplo de Juan Manuel Santos? Lo que si queda claro es que los dos sectores deben reconocerse como parte de un diálogo que reúne a dos modelos de país y que los opositores deben reconocer que existe un Estado de Derecho al cual deben respetar y seguir las reglas del juego democrático, expresadas en la Constitución Bolivariana de 1999. Todo esto por la paz y la prosperidad de la patria.
Bien lo señaló el periodista José Vicente Rangel, ex Vicepresidente de la República, en una entrevista que concedió al diario Últimas Noticias el 30-01-2011: “La polarización en política es insustituible. Pero hay una polarización negativa, fundada en el odio y en el desprecio hacia el otro, y hay otra que tiene un signo ideológico, principista, que proviene de la confrontación de las ideas”. En tal sentido, el avezado comunicador social exhortó a convertir esa “polarización maligna, pérfida, que nos hace ver, no como adversarios sino como enemigos, en una polarización positiva: confrontemos, pero sin llegar a la violencia o a la negación de la convivencia civilizada”.
Cabe destacar que en materia de diálogo y entendimiento dieron un paso gigante los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez, y de Colombia, Juan Manuel Santos, quienes decidieron “pasar la página”, dinamizar las relaciones binacionales (después de la tormentosa era de Álvaro Uribe) y no recurrir a la llamada diplomacia de micrófonos o declaraciones impertinentes en medios de comunicación que boicotean la alianza entre ambas naciones. Santos, representante de la derecha colombiana, ha apostado al pragmatismo y le han salido las cosas bien, al menos hasta ahora. De hecho, sigue recalcando la excelente marcha de sus relaciones con Venezuela y con Ecuador, países con los que, según dijo, deben “haber motivos de cooperación y trabajo armónico en pro de nuestros pueblos”.
Precisamente, ese mismo diálogo pudiera darse a lo interno, acá mismo en Venezuela, entre el alto gobierno nacional y los dirigentes de la oposición, pero sin que salgan francotiradores u opinadotes de oficio, incluyendo a los jerarcas de la Iglesia Católica venezolana, en los medios de tergiversación, como Globovisión o El Nacional. Hay que recordar que el propio Presidente Chávez ha invitado a la oposición a debatir ideas, a confrontarlas y a conversar por el progreso de la nación. Es hora de la política y la democracia y el momento histórico así lo exige.
Ese llamado lo han tratado de aceptar el Alcalde Metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, y el Gobernador del estado Zulia, Pablo Pérez, y como tal han recibido la venia del primer mandatario. Lo que se quiere es, que pese a las diferencias ideológicas políticas, los dirigentes articulen políticas en beneficio de los ciudadanos.
¿Será que Ledezma y Pablo Pérez pudieran seguir el ejemplo de Juan Manuel Santos? Lo que si queda claro es que los dos sectores deben reconocerse como parte de un diálogo que reúne a dos modelos de país y que los opositores deben reconocer que existe un Estado de Derecho al cual deben respetar y seguir las reglas del juego democrático, expresadas en la Constitución Bolivariana de 1999. Todo esto por la paz y la prosperidad de la patria.
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